Similitud entre los espacios de trabajo y los espacios educativos

      

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Las dinámicas educativas y laborales del presente exigen rediseñar los espacios para promover la colaboración y la innovación.

Las investigaciones en psicología ambiental —la ciencia que estudia las relaciones entre los individuos y su ambiente físico— revelan que los entornos inciden en el desempeño, la creatividad y la satisfacción de las personas.

En el caso de las escuelas, cuando las áreas de aprendizaje y las zonas comunes son espaciosas, el rendimiento y respeto de los estudiantes mejora; los maestros trabajan mejor si cuentan con áreas apropiadas para planificar y evaluar; y la salud y el bienestar de estudiantes, maestros y el resto del personal están mucho más garantizados en instalaciones iluminadas y ventiladas.

Algo similar puede decirse de los sitios de trabajo. El hacinamiento, la oscuridad y la mala ventilación no traen buenos resultados: enfermedades respiratorias, dolores musculares, estrés, falta de concentración, posibles conflictos personales, entre otros. Todo esto conduce a la pérdida de productividad, la meta dorada de cualquier empresa.

 Escuelas y empresas tienen mucho que aprender unas de otras. Son organizaciones en las que desde decenas hasta miles de personas conviven durante buena parte del día con objetivos personales y colectivos. De allí que ambos tipos de organizaciones compartan principios de diseño arquitectónico. En este artículo mostraremos algunos de ellos.

Ambientes versátiles

Los mercados se transforman a velocidades nunca antes vistas y las empresas deben reaccionar rápidamente. Esa reacción puede implicar ejecutar nuevas actividades, reducir o ampliar sus operaciones, contratar personal con nuevos perfiles o adquirir tecnología de vanguardia.

Estos cambios suelen transformar el ambiente físico en el que opera la empresa: debe poder tanto ampliar como reducir la superficie, fusionar oficinas o disponer espacios individuales, y tener espacios para actividades específicas o multifuncionales.

Lo mismo vale para la educación. En un mundo cada vez más complejo, niños y jóvenes deben desarrollar múltiples capacidades intelectuales, artísticas y sociales; y los tradicionales salones con pupitres y pizarrón no ayudan.

En los edificios educativos de vanguardia, los salones de música o de arte son cosa del pasado: las aulas son suficientemente amplias y multifuncionales para llevar a cabo actividades artísticas sin cambiar de lugar. Además, las salas de computación desaparecen, pues la tecnología está integrada a todas las áreas. Pasillos y patios entran también en la lista de los ambientes reinventados, ahora destinados al juego, el descanso y la lectura, según se lee en Aika, portal especializado en innovación y tecnologías educativas.

A esto hay que agregar que las aulas y las escuelas en general deben responder a una variedad de personalidades entre niños y jóvenes: introvertidos, extrovertidos, inquietos, solitarios o colaboradores.

Los principios de flexibilidad de las escuelas se aplican a las empresas. Las organizaciones más innovadoras tienen una única superficie abierta con paredes que se mueven (para crear espacios temporales en torno a un proyecto, por ejemplo); lo mismo vale para muebles y equipos.

Otra tendencia es no tener puestos fijos. El colaborador se traslada libremente y trabaja en cualquier lugar: en una mesa con altura ajustable para trabajar sentado o de pie, solo o acompañado; incluso en un puf.

Estas innovaciones en materia de diseño de escuelas y empresas muestran que la arquitectura está atenta a la variedad de habilidades, personalidades y maneras de aprender y de trabajar de las personas, así como la necesidad de que las organizaciones sean flexibles ante los vertiginosos cambios de hoy.

Distribución espacial

La manera como en un área están dispuestos los espacios, muebles y equipos influye sobre la forma en la que las personas interactúan y sobre su grado de estrés o bienestar.

En materia educativa, se aplican estrategias para que el estudiante sea autónomo y protagonista de su aprendizaje. Por eso, las aulas en las que los pupitres están orientados hacia la pizarra y el docente, ya no tienen razón de ser: el nuevo centro de la formación académica son los alumnos. De allí que, en vez de pupitres, debe haber sillas con ruedas que les permitan desplazarse y combinarse con otras para formar mesas grupales, sostiene Curro Ortega, director general de Singladura, empresa española dedicada al mobiliario escolar.

En las aulas modernas hay por lo general varias áreas: una que permite la concentración de niños o jóvenes para reuniones cortas o actividades de cierre, otra para actividades en solitario, y una tercera para trabajos en pareja o pequeños grupos.

Estos principios de distribución espacial han llegado también a las empresas. El objetivo es estimular el intercambio entre personas y disciplinas. Tully Shelley, uno de los arquitectos responsables del vanguardista Centro Clark de la Universidad Stanford, en California, es un fiel creyente en la influencia de la distribución del espacio sobre la interacción humana.

En los espacios laborales de vanguardia los tradicionales cubículos desaparecen y la distribución de la superficie depende del tipo de actividad que se desarrolle: ahora se diseñan oficinas abiertas o con separadores de vidrio u otro tipo de material que no dividen marcadamente los ambientes.

Otra manera de disponer el espacio es agrupar los puestos de trabajo de diversas disciplinas en “vecindarios” que comparten equipos y materiales, como manera de facilitar el intercambio de ideas.

También son cada vez más comunes las áreas especialmente diseñadas para trabajar en grupo, apunta Jessica García, de Gensler, la firma internacional de arquitectura. Al respecto, García cita los resultados de la “Encuesta sobre espacios de trabajo en América Latina”, realizada por Gensler en 2016 entre más de 4.000 trabajadores de nueve ciudades latinoamericanas.

Un dato significativo de esa encuesta es que América Latina es la región en la que los empleados trabajan menos tiempo de forma individual (43% del tiempo total), una cifra que refuerza la importancia de diseñar áreas especialmente dedicadas al trabajo grupal, al menos en esta parte del mundo, sin descuidar los espacios propios para el trabajo individual.

En definitiva, los arquitectos le prestan una atención creciente a la distribución del espacio en establecimientos educativos y empresariales, conscientes de su efecto sobre el aprendizaje y la productividad.

Iluminación y acústica

Luz y sonido son factores con gran influencia sobre las personas. Del buen o mal diseño de la iluminación y la acústica pueden resultar un espacio agradable para conversar o leer, o un área que parezca más una cueva que un salón de clases o una oficina.

En lo que respecta a la iluminación, la luz natural es la mejor opción tanto en escuelas como en oficinas o talleres, por sus efectos benéficos sobre la salud y el estado de ánimo, además de estar vinculada a los ritmos circadianos. Pero no se puede evitar combinarla con luz artificial para iluminar espacios específicos con lámparas de pie, como mesas de trabajo, o áreas amplias con lámparas de techo, como salones de clase.

El estudio “Iluminación para aprender”, publicado por el Real Colegio de Arte, en Londres, recuerda además que junto con la luz hay que manejar las sombras, sin las que no es posible advertir el espacio físico, por lo que hay que cuidarse de caer en el extremo de disponer de demasiada luz.

En lo que respecta al sonido, este es un aspecto frecuentemente pasado por alto en el diseño arquitectónico, a pesar de los efectos que tiene sobre el trabajo y el aprendizaje. “El ruido en las oficinas cambia la conducta de la gente; la hace menos servicial, más frustrada, el ausentismo aumenta, así como la tasa de enfermedades”, afirma Julian Treasure, experto en comunicación y marcas, célebre por sus estudios sobre el efecto del ruido en ambientes escolares, laborales y urbanos. “Necesitamos que los arquitectos comiencen a diseñar oficinas que sean aptas tanto para los oídos como para los ojos”, concluye Treasure.

Además, a las personas introvertidas se les hace difícil trabajar o estudiar con otros cuando el ambiente es ruidoso, como lo demuestra Susan Cain, autora del célebre libro Calma: el poder de los introvertidos en un mundo que no puede parar de hablar.

La clave es incorporar la acústica en el diseño y la construcción. En las aulas, por ejemplo, se recomienda utilizar materiales que absorban el ruido y disminuyan la reverberación. Una mala acústica es definitivamente un obstáculo para el aprendizaje.

En definitiva, el objetivo es el mismo en la escuela y en los sitios de trabajo: crear ambientes libres de ruido y convenientemente iluminados, que favorezcan la suficiente calma para concentrarse o para trabajar productivamente en grupo.

Las coincidencias entre escuelas y oficinas se extienden a los otros aspectos mostrados en este artículo: la versatilidad de los ambientes y la distribución del espacio. Estas coincidencias no son casuales, pues responden al hecho de que la educación y el trabajo son dos caras de una misma moneda: la creatividad y la productividad.

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