Entre las responsabilidades de los gestores de proyectos de oficina está identificar oportunidades de mejora y optimizar la eficiencia de su equipo. Una forma efectiva de hacerlo es con el refuerzo positivo: estimular las conductas que se desean.
El refuerzo positivo es parte del modelo de condicionamiento operante del famoso psicólogo conductista B. F. Skinner. Se basa en el supuesto de que estudiar la causa de un comportamiento y sus consecuencias es la mejor manera de comprenderlo y regularlo. Con la retroalimentación positiva se elogia el esfuerzo de los colaboradores en lugar de, o además de, criticar lo que hayan hecho mal.
Para los psicólogos el castigo no es, por lo general, efectivo, pues a menudo se percibe como punitivo y despectivo. Además, castigar a alguien por un comportamiento indeseable no implica que surja una conducta deseable en su lugar. Y aunque en algunos casos la retroalimentación negativa puede funcionar y tener impacto inmediato, será de corto plazo.
Para el psicólogo conductual Aubrey Daniels, el refuerzo positivo es la herramienta de liderazgo más poderosa. Por ello, practicar la retroalimentación positiva se considera una de las fortalezas de un líder. Si se agrega un estímulo gratificante después de un comportamiento deseado, este se refuerza y, por lo tanto, es más probable que vuelva a ocurrir.
Cuando se trata de motivar una acción, las recompensas pueden ser más efectivas que los castigos, como lo muestran algunos estudios en neurociencia, como “Action versus valence in decision making”, publicado en la revista Trends in Cognitive Sciences. El refuerzo positivo no solo es más efectivo para motivar el cambio, sino que además daña menos la relación empleador-empleado, se afirma en un artículo de Harvard Business Review.